Cómo entender la Libertad

He hecho un esfuerzo incesante para no ridiculizar, no lamentar, no despreciar las acciones humanas, sino entenderlas.

La actividad más elevada que puede alcanzar un ser humano es aprender a entender, porque entender es ser libre.

Así, pues, quien procura regir sus afectos y apetitos conforme al sólo amor por la libertad, se esforzará cuanto pueda en conocer las virtudes y sus causas, y en llenar el ánimo con el gozo que nace del verdadero conocimiento de ellas

  • Baruch Spinoza


Me encuentro sentado con mi padre preguntándole sobre su vida y cómo entiende él ser libre. Formalmente le comento que la definición de libertad es la facultad de obrar, o su omisión, siendo responsable uno de sus actos. A su vez acarrea la aclaración que se puede interpretar como la oposición a ser esclavo, como también el tener privilegios (al usar su plural “libertades”). Él en respuesta me relata sobre su cuarto en el altillo que compartía con mi abuela en la casa del patrón, donde con los años escala los más de dos metros a la única ventana que tenían para ver qué había allí. Subirse al techo, sentarse y ver desde lo alto el mundo que lo rodeaba, agarrar un libro y ponerse a leer (mucho). Ahí se sentía libre, y así lo vivió hasta sus treinta y pico cuando logró tener casa propia. 

En base a esto me quedo pensando sobre dónde estoy y bajo qué condiciones he crecido. Soy quien soy por poder pararme en los hombros de mi familia de alguna manera, sin importar su tamaño o estabilidad. La fortuna y el obrar me han abierto un camino enorme de privilegios y responsabilidades pero también para recordar que no estoy sólo para transitarlo sino también para mantenerlo y construirlo. Es un camino de piedras, cada una tallada por generaciones. De estas sólo tengo algunas inscripciones ya difusas, un bisabuelo turco vendedor de baratijas en Santiago del Estero, escapado de tierras de Oriente sólo conocidas por él; de una bisabuela rodeada de bombardeos y escapando tan lejos como pudiera hasta llegar a Buenos Aires. 

Puedo ver ahí ya una percepción subjetiva, fenoménica y el espacio desconocido que queda en torno a algo que creíamos percibir de manera completa pero que es inasequible. Puede resultarle familiar a cualquiera porque se lo ha encontrado en reflexiones con cavernas en Platón, montañas con Salomón y cisnes con Popper.

Aprehender lo que es ser libre y la libertad ya deja de ser la síntesis en un diccionario, implica ahora una serie de vivencias y aprendizajes que son únicas y personales que dejan sus marcas en cada generación. Puedo describir y revivir la “humildad” de mi crianza, la lucha política de mis padres o el estoicismo de mi abuela como luchas por la libertad pero la vivencia de estas experiencias son de sus protagonistas, mientras que mis emociones son mías y de nadie más. 

Luego, con un poco de suerte, será compartir con un otro y su propia infinidad . Este espacio es ahora compartido, separado, parte de mi todo. Cuando crea verlo y conocerlo, seguramente estaré ciego en realidad. Cuando piense que superé la pared delante mío estaré delante de un velo nuevo. Mi padre escucha y finaliza la charla con un pasaje de Pablo de Tarso:


Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy (...) Porque ahora vemos por un espejo, veladamente, pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte, pero entonces conoceré plenamente, como he sido conocido. Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor.



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